Del baúl XV

domingo, 8 de enero de 2012

 Estoy Viva

¿Esto es realmente tan sorprendente? No debería serlo. Se supone que siempre debí saberlo. Todos tenemos nociones quiénes somos ¿no? De cómo somos. De cómo nos ven. Quizás sean nociones equivocadas, pero están allí. Pero, ¿qué pasa cuando realmente nos damos cuenta de cómo somos? ¿Y que esa cualidad no solo siempre ha estado allí, sino que seguirá estándolo? ¿Y qué sucede si es una cualidad que nadie querría consigo?

Muchas veces me han dicho que soy fría. Jamás lo he creído. No porque sea muy emotiva, sino porque siempre he asociado la frialdad con la crueldad, con ser cortante y tajante, con ser desdeñoso y, en el fondo, no creo que yo sea esas cosas. Pero estaba equivocada. Soy fría. Soy fría con el mundo, con mis compañeros, con mi familia, conmigo misma. Sí, sonrío. Sí, lloro. Pero solo cuando estoy sola.

¿Será que siento que solo conmigo misma puedo ser quien soy? ¿Tendré miedo? ¿Por qué tengo que ser tan cobarde? Es doloroso. Duele mucho, saber que nadie querría a su lado a alquien como yo. Pero es tan natural, tan lógico. Yo no me querría conmigo. ¿Quién desearía tener a alguien que no sabe expresar su felicidad, que no acepta su tristeza, que no sabe como manejar su ira? Que parece simplemente aburrida de la vida y de sí misma, lo que quizás sea verdad.

Y no, no he sufrido traumas. No tengo grandes cicatrices en mi alma. Solo... tengo todo dentro. Y me he dado cuenta de cuánto hay allí, dentro, arrastrándose entre mis costillas. ¿Será orgullo? ¿Egocentrismo? ¿Qué es lo que está mal conmigo? ¿Por qué tanta vergüenza de lo que siento? ¿Por qué no puedo dejar que mi corazón lata como todos?

Hay tantos pensamientos en mi cabeza en este momento. Quiero ordenarlos. Quiero expresar esto de forma que pueda entenderlo, pero todos se arremolinan, retorciéndose entre mis recuerdos. Y tengo miedo. Tengo mucho miedo. ¿Qué pasa si es todo lo que hay en mí? Esto. Solo esto. ¿Qué pasa si es esto todo lo que puedo dar? ¿Lo que puedo sentir? Siempre ha sido así. Siempre. Y no ha cambiado. ¿Qué sucederá si no cambia nunca?

Desde pequeña, ensayaba cómo agradecer los regalos queme hacían. Sonreía con sinceridad, pero no lograba abrir mis brazos para abrazar a nadie o agudizar mi voz para demostrar emoción. Y todos comentaban lo “madura” que parecía, lo seria que siempre me mostraba. Mi propia familia dijo que yo había nacido sin hormonas, porque jamás había gustado de algún cantante, actor, celebridad o nada. Nada me emocionaba. Nada lograba encenderme. Sí, me río un poco, porque hormonas tengo. Tengo sangre en las venas y a veces hierve. Pero eso es otra cosa ¿no? Es físico.

Ya un poco mayor, todas mis amigas tenían alguna especie de encaprichamiento con los chicos mayores. Es natural. Siempre las pre adolescentes se fijan en los muchachos de cursos superiores, aunque sepan que, muchas veces, es solo un amor platónico e imposible. Yo ni siquiera sabía que muchos de ellos existían. ¿Qué fue lo que hice? Inventé que estaba enamorada de uno. Tenía novia, lo que le daba más drama a todo el asunto, pero a mí ni siquiera me importaba, aunque convencía a todos de lo contrairo.

Recuerdo rayar todo mi pupitre con sus iniciales y dibujos clichés. Recuerdo sonreír con nerviosismo cuando me señalaban donde estaba y fruncir el ceño con tristeza cuando le veía con su novia. Jugué bien mi papel. Incluso me ruborizaba y el corazón me latía con fuerza cuando me acercaba a él. ¿Aprendí a quererlo, de tanto fingir? No, simplemente era el nerviosismo de que me descubrieran lo que aceleraba mis latidos.

Qué asco ¿verdad? Y ahora tengo verdadero miedo de que siga siendo así. Siempre he pensado que ciertas emociones deberían ser intensas. No importa si infantiles, falsas o distorsionadas, pero intensas. Y mis emociones son tan tibias... tan suaves, tan efímeras. Solo el dolor parece estremecerme. ¿Y qué tal si no hay nada más? ¿Si jamás siento la pasión ardiente? ¿La felicidad desbordante? ¿La alegría espontánea? ¿La tristeza? ¿La emoción? ¿Qué tal si sigue siendo... lo mismo?

¿Por qué soy esto? Es despreciable. Repugnante. Y ¿sabes qué es lo peor? Que sí me emociono con lo que no es real. Series. Películas. Libros. Música. Puedo llorar con un capítulo y celebrar un final feliz. ¿Qué clase de monstruo soy? ¿Qué está mal conmigo? ¿Por qué tiene que ser de esta manera?

Y no importa cuanto lo intente, no puedo. Solo consigo fingir. ¿Qué me ha abandonado? ¿Mi corazón? ¿Mis sentimientos? ¿Tengo realmente sentimientos? Sí, obvio que sí. Siento dolor ¿no? ¿O es solo vanidad? Hay tantas preguntas. Sí, ninguna respuesta, como es usual. Pero tampoco sé si quiero respuestas. Tengo que cambiar. ¿Por qué? ¿Por qué yo? Y en el fondo ¿vale la pena?

Mis palabras son mis emociones. Y ahora entiendo por qué, cada vez que escribo, describo cada emoción, cada sentimiento, cada sensación. Porque los siento. Están ahí, aunque nadie los note. Son importantes. Deben ser importantes. Deben serlo, pese a que nadie los vea. Pese a que estén enterrados. Siento cuando escribo y lo demuestro. Mis palabras siempre son genuinas.

Y quiero que todos lo sepan. Mi sangre corre. Mi corazón late. Mi boca sonríe. Mis ojos lloran. Sí. Siento como todos, aunque sencillamente no pueda demostrarlo. ¡Estoy viva, maldita sea! ¡Estoy viva! ¡Entiéndanlo! ¡Soy como tú! ¡Como todos! ¡Estoy viva! ¿Lo escuchas? ¿lo sientes? Por favor...

Estoy viva.

Por favor...

Siéntelo.

Siéntelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014