¿Te gusta el dolor? [+16] - Séptimo Capítulo y Final

jueves, 23 de febrero de 2012

VII


Es fácil simplemente dejarse llevar en ocasiones. Cuando no piensas racionalmente, sino simplemente actúas, las cosas son mucho más sencillas, más genuinas, más verdaderas. Mientras deslizaba un dedo por su abdomen, buscando un punto sensible, sonríe, provocándole.

Se separa bruscamente, dándole una certera bofetada y luego otra, dejando que el sonido retumbe en sus oídos, que solo pueden oír su sangre palpitando. Él evita un tercer golpe tomando su muñeca y apretándola con fuerza, ladeaado la cabeza con una sonrisa igual de maliciosa. Ella frunce el ceño.

—Esto no es lo que acordamos.

—Tal vez no me importe.

No es sobre dominación y él lo sabe. Las mejillas le arden y un dolor agudo se esparce por su cara, pero en realidad no le importa en lo absoluto. Hay partes más importantes de su cuerpo que arden y duelen y a esas quiere prestarle atención.

—¿Así es como te gusta? —preguntó, echándose para atrás en el sillón, abriendo los brazos, como si estuviera relajándose luego de un día duro—. ¿Te gustó eso?

—Tal vez. —Ella vuelve a acercarse, rozando sus labios con los de él—. La ficción sigue superando a la realidad.

No por mucho tiempo, era lo que pensaban ambos. Él la atrae, agarrando su blusa con una mano fuerte y decidida, a la vez que ella vuelve a besarlo. Baja por su cuello y él gruñe cuando siente sus dientes perforando la piel, a la vez que un gemido se atora en su garganta al ver que ella finalmente deslizó su mano bajo sus pantalones. Sus uñas arañan sus brazos, pero no es suficiente.

Sabe que no tiene la suficiente fuerza frente a él, pero le arranca la camisa casi con una energía desbocada. Se detiene, sorprendida por su arrebato, pero sonríe al ver que él le devuelve la mirada con aquel brillo en sus ojos. Ella quiere más. No es suficiente. El contacto basta para hacer que su sangre elimine todos sus pensamientos, pero no quiere detenerse allí. No ahora.

Lo obliga, mediante gestos y órdenes a que se levante y una vez allí, los asombra cuando lo tira sobre la mesa de cristal del centro, que se rompe en mil pedazos. Protesta a gritos, sintiendo los trozos de vidrio incrustrarse en su cuerpo desnudo, pero no se levanta y simplemente con una mano esparce los trozos para que ella no se lastime. No es ella a quien debe dolerle.

Ella se monta encima de él, dibujando con su mano el recorrido de la sangre que brota de sus heridas. Siente que él jadea y que unos leves quejidos salen de sus labios. Rueda los ojos. Qué asco de orgullo. Pero no importaba, podían ir lentamente. Tenían mucho tiempo.

—Con que no eras una sádica ¿eh?

—Tal vez lo sea. —Susurró mientras trataba de deshacerse del resto de ropa que estorbaba en aquellos momentos. Su respiración era pesada y su pecho subía y bajaba al compás del de su compañero. Unas gotas de sudor se asomaban en su clavícula y su cabello caía sobre sus hombros de forma desordenada...

Un ligero movimiento provocó la combustión que deseaba y ambos ahogaron un gemido en las bocas del otro. Un vaivén. El frenesí. La detención. El juego. ¿Quién estaba al mando realmente? No era un asunto de dominación, aunque lo pareciera. Él, cansado de su rol, la volteó bruscamente, hasta quedar encima de ella, sin separarse un solo segundo. El sabor a sangre estaba en su boca.

—¿Te gusta así? —preguntó él mientras veía que ella dirigía sus ojos a su propia mirada adolorida, pero sonriente, a la vez que aceleraba su ritmo.

—Delicioso.


***
Dolor.

—¿Y? ¿Has fantaseado sobre nosotros? —preguntó Ángel, con una expresión provocadora, mientras ella servía la segunda ronda.

Guardó silencio un solo segundo, pero ese desliz le valió toda su fachada.

«¿Te gusta así?».

—No, no seas pervertido.

—Mentirosa —espetó y la agarró de la pechera para besarla, sintiendo el sabor a cerveza en su aliento. Ella se resistió.

Simplemente rutina.

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