Ansias

viernes, 21 de septiembre de 2012

Contar las horas: el ejemplo excelso de una actividad inútil y desgastadora. ¿Qué provecho puedes sacar de ver las manecillas del reloj ―que, por supuesto, tampoco ves, ya que es digital― y tratar de sacar la cuenta de cuánto queda? ¿De temer que la hora haya pasado y de que nada ha sucedido? «Nada más patético que un abogado sacando cuentas», te dijo un profesor una vez. Aunque tu sendero profesional apenas comienza, parece que los defectos del oficio ya se están adhiriendo a tu piel.

No temas. Deja que el río del tiempo y las circunstancias fluyan por sí solas y déjate llevar por esa corriente. No condiciones tu cuerpo y tu mente a un dolor que todavía no has sentido o a un paso en falso que todavía no has dado. ¿A qué viene temer lo que no ha ocurrido todavía? ¿A qué viene devorar tus uñas ―nutritiva actividad― por el pensamiento sin sentido de una pérdida que todavía no sucede? ¿A qué viene ese corazón acongojado y esa ilusión hinchada? ¿A qué viene ese amor desenfrenado, esa añoranza casi dolorosa?

Lo sé, lo sé, pequeña criatura. Sé que eres un ser acorralado y curioso, que no entiende lo que siente, pero lo vive con la fuerza que solo una ermitaña puede tener. No temas todavía. Deja que el tiempo corra un poco más, alimentando esa desesperanza y esa ansía inexplicable. Deja que tu corazón lo extrañe un poco más y enfría tus pensamientos, que puedes quemarte con ellos.

Ama y teme menos. Porque un alma que vive con miedo, aún si es inflada por el cariño y el amor, solo se resquebraja con más facilidad. No temas, pero aférrate a la esperanza, porque ella es la única que entenderá tus lágrimas y compartirá tus sonrisas.

Junto a aquel que elegiste amar, por supuesto. Y espera, porque si quiere venir, lo hará y ni siquiera tú podrás impedírselo.

«Te extraño, Rurouni, aunque solo hayan caído algunas hojas de los árboles cercanos».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014