Muñeca gastada

lunes, 24 de septiembre de 2012

Sentía los brazos cansados y los párpados caídos. No importaba lo mucho que luchara contra sí misma y la disciplina férrea que se impusiera, era como si ese cansancio la estuviera devorando desde adentro hacia afuera. Había sido solo un día, el primero de muchos en una rutina tranquila, pero ese había sido distinto de algún modo.

¿Estaría enfermando? Esperaba que no, ya que su cobertura pendía de un hilo y no tendría con qué costear los gastos médicos. ¿Sería estrés? Lo dudaba, realmente no se sentía presionada por nada en particular y no se tomaba las cosas demasiado en serio. ¿Jornadas agotadoras? No más que la de muchos en el mundo, que trabajaban con mayor dureza que ella.

Era como si el aire le faltara a ratos y que su cerebro se golpeara contra las paredes de su cráneo sutilmente, presionando, presionando, presionando... Se refregaba los ojos, cambiaba de postura, daba un paseo, tomaba agua, pero esa sensación de fatiga no cesaba. Era simplemente ridículo: era un día exactamente como cualquier otro.

Se fue a dormir, resignada, sin darse cuenta que precisamente quizás ese fuera el problema.

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