Rey de Ítaca

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Vivir el día. No pensar en el mañana. No pensar que las cosas acaban. No importa. Hoy existen. Hoy viven. Hoy ella es feliz. Su corazón latía algo cansado, mientras tragaba saliva y un temor pegajoso se apoderaba de ella lentamente, casi de forma inconsciente. Las horas pasaron y con ellas, los quehaceres que tenía pendientes empezaron a acumularse, mientras también cientos de ideas se arremolinaban en su cabeza. Ideas y sensaciones.

"Tiene un correo nuevo".

Bum. Bum. Bum. Bum. Bum. «No…» Aquello tan repentino y temprano no podía significar nada nuevo. El miedo esta vez se alzó como un monstruo dispuesto a devorarla entera, sin piedad ni compasión. «¿Lo habré enviado demasiado pronto? ¿Todo habrá acabado? ¿Habrá pasado algo? ¿Estará bien?» Tenía que estarlo, tenía que estarlo, tenía que estarlo…

¡¿Por qué el Internet carga tan lento?! ¡¿Por qué todo debía ser más difícil en aquellos momentos?! Finalmente, la página acabó de cargar y el alma se estremeció en su interior, mientras se mordía las manos con fuerza. Acabó de leer en solo un par de segundos y, al terminar, apoyó la cabeza en la almohada y sonrió. Sonrió más fuerte de lo que recordaba haberlo hecho. Todo estaba bien. El monstruo se replegó nuevamente a las profundidades de la mente y ella cerró los ojos otra vez, con el corazón dando brincos de felicidad.

«¿Cómo podría olvidarme de ti, rey de Ítaca?» Todo estaba bien. Otro día que valía la pena haber vivido. Otro día en que Penélope podía seguir tranquila, aguardando la llegada de su amado a través de los mares.

«Te amo. Te lo dije»

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