¿Demasiado pronto? ¿Demasiado tarde?

miércoles, 3 de octubre de 2012

Frente a la pantalla en blanco, un ceño fruncido delataba mi preocupación e inquietud. Era francamente frustrante ver cómo el símbolo parpadeaba en la pantalla y no era capaz de comenzar a teclear, aunque, a decir verdad, tampoco ese era el problema concreto. ¿Publicar? ¿No hacerlo? ¿Escribir o esperar? No eran decisiones de vida o muerte, por supuesto, pero si metía la pata… no quería hacer algo de lo que luego me arrepintiera.

Tragué saliva y comencé a pensar en qué escribir, aunque la duda sobre si al final lo haría o no o si al final lo publicaría o no continuaba picotéandome de la forma más molesta. Comencé a sentir frío y me froté los brazos, tratando de entrar en calor, aunque parecía inútil. Necesitaba decidir y rápido.

―No deberías hacer eso. 

«Oh, por Azar…»

―¡Claro que debería! ¡Ya han pasado días!

Alcé la vista con una expresión torturada, observando a los dos simpáticos fantasmas que estaban, cada uno, a un lado de mí. El primero, Durk, era delgado y enjuto con una expresión serena y casi impasible que en ocasiones me recordaba a mí misma. No era precisamente mi preferido, aunque congeniábamos a la perfección. El segundo, Azmod, en cambio, algo más gordito y de ojos brillantes, siempre me hacía reír, aunque pocas veces le hacía caso.

Cada noche se aparecían para contemplar lo que hacía, dando sus opiniones y, para ser sincera, volviéndome loca con cada uno de los contradictorios comentaros que lanzaban sin que les preguntara. Apostaba que esa vez no iba a ser la excepción.

―Han pasado tres días ―adujo Azmod, parándose delante de la pantalla y cruzándose de brazos―. Deberías escribirle.

―¡Han pasado tres días! ―saltó Durk alzando los brazos y el rostro al cielo con exasperación―. ¿Qué pasará cuando pase un mes? ¿Vas a tirarte de un puente? ¿Vas a mandarte tú misma por correo? ¡Ten un poco de paciencia!

―Oh, no lo escuches. ―Le dedicó una mirada fulminante―. Él gusta de leerte. Ver que has escrito algo para él lo animará, ya verás.

―Querrás decir que lo espantará. Una cosa era bromear con la “Novia Psicópata” y otra muy distinta es, en efecto, convertirte en una…

«Recuérdenme por qué los creé, por favor…», rogaba en mi mente en vano, pues los dos fantasmas se habían enzarzado en una inútil esgrima verbal, para forzarme la mano y obligarme a que siguiera sus instrucciones. 

―¿Y qué le va a decir? ¿Le ha pasado algo nuevo acaso? “Hola, querido tú, hoy miré el techo y tuve clases. Adiós. Love you”. ―Durk miró a su contraparte con una expresión fastidiada e irónica―. Calladita se ve más bonita ¿no crees?

―Claro que no. Estás completamente equivocado. ¡No importa lo que diga! Eso es lo que no entiendes, porque nunca te has enamorado. ―Azmod se cruzó de brazos y se sentó sobre el teclado de mi portátil, que hubiera aplastado con su redondo cuerpo si no fuera porque era intangente―. Solo necesitará saber que lo recuerda, que piensa en él, que ocupa parte de su tiempo para dedicarle unas palabras…

―¡Oh. Por favor! ¡El chico tiene algo que hacer! ¡No está para leer tonterías! Ya verás: si sigue así, en un mes tendrás al chaval ese harto de cada palabra que escriba. ¡Lógico! ¡Estás matando toda la magia!

―Estoy preocupada ―dije de repente, tratando de ignorar sus estridentes voces en mis oídos. Ambos se callaron de golpe, mirándome con algo de confusión―. ¿Qué? ¡Pero si eso ya lo sabían! ―Hacía un par de días que había llegado un mensaje nuevo que me había dejado algo inquieta, pero no había tenido la oportunidad de conocer el fondo del asunto. Había tratado de hablar del tema con mis dos fantasmitas, pero realmente… aquellas discusiones terminaban siendo estériles.

Tal como lo pensaba, ambos volvieron a enzarzarse en otra pelea, ahora sobre el tema que acababa de mencionarles. Admitía que, en ocasiones, resultaba bastante útil conocer las posiciones contrarias de ambos, pero en momentos como ese, realmente más estorbaban que ayudaban.

―Él lo dirá cuando esté listo. Por algo no se ha comunicado. Si vas a forzarle la mano de esa manera…

―… como tú lo quieres hacer ―intervino Azmod con una sonrisa de suficiencia.

―… pues entonces no le estás dando el espacio suficiente. No eres el centro del universo, chica. Ten paciencia. 

―¡No! No es como si comprara un pasaje a hacerle una visita ¿eh? Es solo publicar una breve reflexión, unas cuántas palabras, nada más. ¡Puede que ni siquiera pueda leerlas!

―Entonces, ¿de qué sirven? 

―¡Pues para que note que lo recuerda!

―Eso debería saberlo de sobra…

―Pues la cosa es que no y, además, más basta que so-sobre a que fa-falte, como dice el dicho. 

―Insisto, ¿qué le dirá? ¿Qué lo ama, que lo recuerda? Uff, qué original. Por último que cuente algo gracioso…

―La idea no es que se convierta en su bufón personal. Es simplemente un mensaje en un blog, por todos los santos, es una forma de expresión ,nada más. ¡No le está pidiendo matrimonio!

―Pues para cómo va, poco le falta ¿eh?

―Deja de decir estupideces. Simplemente quiere escribir algo para él.

―¡Deja entonces de decirlas tú! ¡Y no es necesario escribir nada!

―¡SILENCIO!

Ambos fantasmas se sobresaltaron. Durk dio tal respingo que casi se cae de la mesa, lo que hubiera sido realmente gracioso y relevante, si no fuera porque podía flotar sin problemas y traspasar objetos sólidos. Mi grito, por otra parte, solo hizo sonreír a Azmod que, nervioso, trató de disculparse por la discusión.

―Ya me cansé ―dije entre dientes, mirándolos con enfado a los dos―. Voy a escribir y san se acabó. ¡No! ¡No! ¡No quiero ni una palabra! ¡Ya tomé la decisión! Si luego la embarro, bueno, será, pero realmente, Durk, tendrás que empezar a crear mejores argumentos, porque los de hoy, francamente fueron poco convincentes.

―Cuando llegue el momento, yo seré quien diga el gran “Te lo dije” y ¡veremos quién ríe último!

―Gracias por tus constructivos comentarios. Ahora shú, shú, los dos. Quiero estar tranquila.

Un segundo después, el silencio volvió a apoderarse de mi habitación. Solté un suspiro y comencé a escribir, aunque las dudas de Durk me habían tocado más de lo que deberían. ¿Qué cosa nueva podía decirle? En realidad, en mi vida no sucedían cosas. Simplemente hacía cosas: traducía, leía, escribía. Pero realmente no había nada que pudiera enriquecer su alma cuando leyera. Eso me molestó un poco, aunque no tenía modo de remediarlo.

Empecé a sonreír, aunque no había escrito nada gracioso. Podía sentir cómo cada nervio de mi cuerpo empezaba a brincar y a revolcarse, revolviéndose sobre sí mismo. Podía percibir cada una de mis emociones ponerse en fila y empezar a moverse a través de mí con cada palabra. La preocupación por lo que no sabía. El ansia por volver a leer un nuevo mensaje. La expectación. La admiración. La fe incondicional. Y, sobre todas las cosas, el amor profundo e intenso que hacía que todas las demás fluyeran sin problemas.

Eso era lo que quería plasmar. No era original, no era nuevo, no era novedad, pero era lo único que realmente quería decir: que le amaba y que nunca podría olvidarle. Sabía que eso era cursi y me hacía reír de solo verlo en la pantalla, pero no me importaba. La verdad era que lo amaba, que quería estar con él, aunque fuera como un fantasma y que esperaba poder estar siempre ―aunque no lo estuviera― cuando lo necesitara. Quería que supiera que el tiempo no importaba y que por él esperaría lo que hiciera falta. Amor simplemente. Ridículo, incomprensible, preciso, contradictorio, real.

Era bastante simple, aunque las dudas de Durk seguían merodeando por mi mente. ¿Sería demasiado psicópata haber esperado tan poco tiempo para volver a escribir? ¿O Azmod tendría razón y había esperado demasiado? Sonreí, me encogí de hombros y coloqué el punto final. Después de todo… a veces lo esencial era simplemente dar un paso adelante. 


―Siempre supe que estabas de mi lado ―susurró Azmod con los pulgares en alto y una ancha sonrisa.

―¡Claro que no! ¡Solo fue esta vez! ¡Ya verás como en la siguiente vuelve a sus cabales!

«Oh, por Azar…» Ahí íbamos de nuevo. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014