Apágate

martes, 24 de abril de 2012

***

—Es lo mismo todas las noches ¿no es verdad? —preguntó uno de los veteranos del cuerpo mientras nos bajábamos del coche patrulla. Tú no respondiste, nervioso en tu traje demasiado ajustado y entornando los ojos, aquel gesto juvenil y poco disimulado de miedo que tratabas de ocultar.

—Es mi primera noche, señor —murmuraste por lo bajo, carraspeando para que tu voz sonara más profunda y una suave risa involuntaria salió de mis labios. Aquello no era precisamente cierto, pero imaginaba que el primer homicidio podía contarse como una primera noche en terreno. «Si es que es un homicidio, por supuesto».

Era un escenario bastante deprimente. No por el hecho de que probablemente un crimen sangriento se hubiera gesteado en uno de los edificios, sino por el frío y la soledad que nos rodeba. La muerte de una persona era completamente indiferente a los ya acostumbrados vecinos del barrio y ninguna sola persona interrumpiría su sueño por algo tan banal como era la vida de uno de los muchos que se investigaban lento y se olvidaban rápido.

—¿Cómo está, oficial?

—Excelentemente, señor y ¿qué tal está su esposa…?

Banal.

Entramos, los oficiales riendo, tú en silencio, observando a tu alrededor. Y yo… simplemente rutinario, bostezando indiferente, ajeno incluso al olor penetrante que tu nariz de novato consiguió distinguir antes. Qué es eso, preguntaste, tratando de parecer igual de idiota y duro que el resto. Los viejos se rieron, palmeándote en la espalda, mientras tu sonreías, como si realmente compartieras la broma.

—¿A quién le toca esta vez? —murmuró El Gordo, cruzándose de brazos y mirando con un semblante malicioso a su alrededor—. No pienso entrar a ver toda la mierda, ya me tocó la vez pasada.

Fue bastante rápido en realidad ¿no lo crees? Un par de monedas, unas risas grotescas, unas palabras de ánimo, tú sudando en tu traje bien planchado y yo con una mirada de cierta indiferencia en mi rostro ya difuminado. El resto se quedó, fumando desinteresadamente y compartiendo chistes de putas como si eso fuera todo el mundo que conocieran. Apestaba a sangre y denigración. Y estaba seguro de que tanto tú como yo sabíamos que esa denigración no provenía del pobre infeliz muerto en aquel edificio…

—¿Siempre son así? —preguntaste con una sonrisa algo carraspeada, mientras frotabas tu brazo y encendías torpemente la linterna. Yo no encendí la mía, permaneciendo en un silencio algo áspero mientras bajábamos las escaleras. Por supuesto, igual de asquerosas y crujientes que el resto de aquella pocilga.

—Eres carne nueva, niño, siempre te tocará ir primero. Si sobrevives… —sonreí al verte tragar saliva exageradamente—, serás igual de hijoputa que ellos. —Entorné un poco los ojos, observando que te habías detenido de repente. La típica inseguridad que ofrece la oscuridad.

¿Eras fanático de las novelas negras? ¿Policiales? ¿De crímenes y castigos? Si era así, en aquel momento estarías pensando en aquel ridículo cliché de la oscuridad tragándose la pequeña luz que sostenías en tus manos. El sótano no sólo olía a humedad, sangre y putrefacción, también parecía cerrarse sobre sí mismo a medida que bajábamos. Era esa clase de lugares que querrías demoler o que esperabas sería el último lugar que pisaras.

Vamos, novato, ¿en serio? ¿Te metes a Homicidios y eres escrupuloso?

—Puede ir usted primero, señor.

Pobre ingenuo.

—Adelante, chico, sin miedo, que el tío ya está muerto.

Tal vez intuías que las cosas eran diferentes conmigo aquí. Quizás no eras tan desvalido como parecías, quizás sí tenías aquel sexto sentido de intuición que hacía sobrevivir a los hombres de aquel mundo. Lamentablemente, no tendrías la oportunidad. ¿Lo sospechabas, niño? ¿Sospechabas que tenerme a tus espaldas no era buena idea?

Rodeaste el cuerpo desfigurado del infortunado, asqueado por la sangre y los fluidos que se habían acumulado a su alrededor. Habían algunos baldes y utensilios de jardinería amontonados como chatarra. La linterna se te enredó en las manos y terminaste por soltar una palabrota, intentando sujetarla con fuerza, sin muchos resultados. El haz de luz no servía de nada en absoluto.

—Deberíamos llamar refuerzos —opinaste, deseoso de salir de allí—. No se ve nada.

—No hay nada que ver y los demás seguramente se han ido. —Bajé un poco la voz; presentía que te estabas asustando. ¿Quién no?—. Y tú también.

No alcanzaste a preguntar qué significaba eso. El disparo resonó en aquel agujero de ratas como un gemido ahogado, apagando tu grito de sorpresa. Fue la mala suerte la que te trajo allí, muchacho. La mala suerte la que te dejó a solas con el único al que de verdad debías temer. Después de todo, era yo a quién buscabas.

—“Suicidio accidental” —dije entre dientes, ya sabiendo los comentarios agrios y aburridos, indiferentes, que escucharía ante eso. No podías escucharme, pero no importaba. Me arrodillé a tu lado, sabiendo que mi tiro había sido preciso. Al menos no sufriste, que es más de lo que tu compañero de muerte podía decir. Sonreí y era casi como si tú también lo hicieras. Una broma al novato. Solo eso.

Tomé tu linterna y respiré el aire viciado de aquel sótano. Era como una mala novela todo aquello. Pero esa era la vida: una mala novela, escrita por algún novato igual que tú, enfundado en un uniforme demasiado ajustado y fingiendo entender las bromas de los veteranos. No miré a mi alrededor. Subí rápidamente la escalera y me olvidé del asunto. ¿Cómo era que te llamabas?

No importaba. Y apagué la linterna.

El olvidado [Fanfiction]

domingo, 22 de abril de 2012

Fandom:Teen Titans
Claim: Private Hive.
Disclaimer: Personajes y mundo pertenecientes a DC cómics.


***

—¿Qué voy a hacer ahora?

¿Qué ha hecho mal, realmente?

Muchas cosas si se parara a pensar tan solo un segundo. Muchas malas decisiones, muchas decepciones, muchos planes fallidos, muchos amigos que le dejaron, muchos camaradas que lo abandonaron. Ya ni siquiera quería recordarlo. No quería vengarse, aunque esa idea rondó por su cabeza bastante tiempo.

Pero lo intentó ¿no era así? Intentó superarse a sí mismo, intentó encontrar nuevas rutas a sus objetivos. Mas no importaba lo que hiciera, seguía fallando. ¿Era su culpa? Tal vez lo era, pero no podía evitar pensar que siempre los Titanes… esos malditos Titanes estaban detrás de todos sus fracasos. ¿Y por qué? No porque quisieran detenerlo, eso era evidente, sino porque… todos se preocupaban de ellos y solo de ellos.

Sus amigos, sus compañeros, sus jefes, sus alumnos: todos querían a los Titanes. Querían derrotarlos, usarlos, destruirlos, humillarlos. Y no importaba cómo lo hicieran o a quién lastimaran en el camino. Para todos ellos, había sido un títere más, una herramienta tosca que afinar para llegar a los Titanes. Quizás sus primeros amigos fueran distintos, tal vez sí lo valoraban ¿verdad?

No. Eran unos idiotas. Dudaba siquiera hubieran notado que se había ido. Solo era un músculo inerte para su grupito de tarados. Incluso Jinx había entendido que estaba mejor sin ellos, aunque hubiera decidido unirse a los chicos buenos. Todo porque estaba coladita por Chico Flash. Bufó por lo bajo. Otro super-tonto con el ego por las nubes. Pero ella al menos había progresado ¿no?

Apretó los puños, observando a su alrededor; todo estaba solitario y silencioso a través de las calles de Jump City. Sabía que seguramente en unos minutos a alguien se le ocurriría la brillante idea de robar alguna joyería o aterrorizar a los pocos transeúntes o quizás intentar dominar la ciudad entera. No quería estar allí cuando eso pasara.

—¡Eh, tío! —Ni siquiera se detuvo, caminando con una mirada seria y casi entristecida en su rostro disfrazado—. ¡Te estoy hablando, tío! —Hizo una mueca de desagrado y volteó levemente, sin dejar de caminar—. Te conozco, eres el que se llevó a mi hijo.

Al escuchar eso, detuvo su andar y miró al hombre que le estaba hablando. No era más que un borracho vagabundo, con los ojos desorbitados y la ropa gastada y sucia. Lo observó durante algunos segundos, descubriendo con aquella sola mirada una historia y una vida de miseria y violencia en un simple segundo.

—Le di una oportunidad —murmuró con serenidad—. Le di algo por lo que luchar, le di lo que tú no le diste nunca, viejo: valor para pelear, para defenderse y no dejarse pisotear como una basura. —Aferró su escudo casi con orgullo, pero también con un sordo dolor en su voz—. Fui un mejor padre para él que tú.

El viejo le lanzó una palabrota y un escupitajo, para tambalearse y continuar gritando continuamente “¡Te llevaste a mi hijo! ¡Te llevaste a mi hijo”. El chico gruñó algo por lo bajo con la intención de noquear a ese cabrón odioso, pero se lo pensó mejor. ¿De qué le serviría? Suspiró y se dio la vuelta, no sin antes murmurar:

—Lo salvé de ti.

Realmente lo creía. Aquellos chicos eran la escoria de la sociedad, los indefensos de los que nadie cuidaba, los inocentes que los héroes no protegían. ¿Cómo podían protegerlos de ellos mismos, de su vida, de su propia oscuridad? No tenían poderes, no tenían cuidados, no tenían suerte. Eran niños abandonados, sobreviviendo en las calles, siendo intimidados por los más fuertes y él los había recogido. Los había ayudado.

Ahora varios de ellos estaban con los Titanes, otros tantos luchando por su propia cuenta en contra de sus demonios personales y unos pocos… aún perdidos en la misma confusión y miedo que lo consumía a él. No iba a abandonarlos, los guiaría como pudiera, trataría de ser aquella figura protectora, aquel amigo, aquel compañero, aquel mentor que nunca pudo tener.

¿Pero qué palabras diría? ¿Qué camino les trazaría? ¿Qué esperanzas, qué sueños, qué metas les daría? ¿Cómo podía ayudar a esos chicos si ni siquiera él sabía qué sendero seguir? No era más que un joven buscando su destino, un marginado, un luchador que había peleado las guerras equivocadas y que había tomado aún peores decisiones.

La noche se cernió sobre él y tal como había predicho, pronto las sirenas y las explosiones se sintieron cerca de él. Apretó el paso hacia su escuálido hogar —un pequeño piso que había logrado adecuar a sus necesidades y que era lo suficientemente discreto para que nadie lo viera entrar y salir— sin dejar de pensar.

—¿Qué voy a hacer ahora? —repitió, apoyándose contra una pared.

Observó su traje, confeccionado en honor a la escuela que le dio el primer sentido a su vida y que luego vio desmoronándose ante los Titanes. ¿Qué iba a hacer ahora? Recordó las palabras del líder de los chicos buenos, aquel engreído que le había contagiado la varicela y que… había intentado ayudarlo. ¿O no?

¿Realmente se interesaba por él?

Sonrió sarcásticamente. Claro…

Él tendría que seguir luchando, pues eso era lo que hacía: pelear. Era un soldado. Un guerrero. Tal vez debería cambiar sus arenas, tal vez debería marcharse de aquella ciudad a otra que no fuera tan hostil y que no le trajera tantos recuerdos. Tal vez podría hablar con Jinx, quizás ella pudiera darle algún consejo, alguna palabra. Pero, ¿querría algo con él? ¿Lo reconocería siquiera? Entornó los ojos, negando con la cabeza. Aunque ella lo apoyara, no podía abandonar a los muchachos que confiaron en él y que aún estaban en problemas. Quizás después de hacerlo, podría marcharse…

Pero, ¿dónde? ¿Dónde no lo conocieran? Soltó un bufido. Nadie lo hacía. Los Titanes solo lo tenían en sus registros como un villano menor, como un dolor de cabeza ocasional; sus colegas en el bajomundo no lo respetaban, apenas si ubicaban su cara, dudaba cualquier ciudadano común siquiera lo identificaba. Solo era un recuerdo en las mentes de borrachos como el padre vagabundo. Era un fracaso.

No, no lo era. Era algo peor. Era un marginado, un desterrado, una sombra. Un errante sin líder, un soldado sin misión, un chico más disfrazado como tantos que aparecían cada día.
Era un olvidado. Era simplemente Private Hive.

Y seguiría caminando y alzando su puño, luchará sin rendirse, porque... ¿qué otra cosa podía hacer?

Aprendiz de Friki

Pues he tenido este blog algo abandonado, por una razón muy simple: no he escrito últimamente más allá de un fic solitario sobre Teen Titans y algunos pensamientos inconexos que no he logrado terminar y que posteriormente borré rápidamente. No obstante, tengo estas ganas irrefrenables de escribir cualquier cosa, por absurda que sea, sin lograr encontrar ideas coherentes en mi cerebro, por lo que simplemente contaré en esta oportunidad lo que he hecho últimamente.

EL MUNDO DEL CÓMIC Y YO

Siempre he sido fanática de los cómics. De pequeña, solía tratar de conseguir con mis compañeros alguna breve ojeada de sus números de Superman o Mampato o cualquier otro simplemente por el placer de los diálogos, los dibujos y el papel. Posteriormente, ya bastante más grande, me interesé por ordenar mi lectura de los cómics ochenteros de Teen Titans. Así, me devoré cerca de cinco colecciones solamente para saciar mi interés por estos héroes juveniles.

Actualmente, tengo guardadas en mi computadora números de Batman, de Batgirl, de los Titanes, de la Liga de la Justicia, de Young Justice, entre otros —especialmente de la saga del Murciélago, de la que soy aprendiz de fanática. Ante ese gusto acuciado gracias a una buena conexión de Internet y el acceso a muchos cómics traducidos en la Internet, comencé a ver si podía ingresar a uno de los tantos foros de cómics famosos de la web.

La Leyenda de Star Wars fue una de mis primeras opciones, pero su actividad no es demasiada y el orden de su foro no me tentó del todo. Parecía impersonal y tratando de abarcar demasiadas sagas de una sola vez, aunque fue solo una primera impresión. Le guardo especial cariño, ya que me brindó mis primeros cómics de los Titanes.

Finalmente y con mucho orgullo, puedo decir que me quedé en el foro Comic Release Group, que entre de sus muchas excelentes cualidades se encuentra el uso del programa E-mule para compartir archivos. Ni qué decir que su gente me ha recibido con los brazos abiertos, pese a mi total ignorancia en muchos aspectos. Una aprendiz todavía (: Aunque espero ir mejorando con el tiempo.

Hasta ahora, he trabajo en pocas series, pero pretendo ir acumulando experiencia traduciendo cómics. Estos son los trabajos que humildemente he realizado.

  1. Duel #3
  2. Gun Fu 01 al 05, junto con una precuela de la saga y un número especial [Showgirls are forever]
  3. Warrior of Plasma 001
  4. Smoke and Guns, una novela gráfica muy recomendable.
  5. Top Ten #4, segunda temporada.
  6. Teen Titans Go! #32 - #38 y #43 al 55.

Actualmente trabajo en el último número de “Shaolin Cowboy”, un cómic bastante bizarro por decir lo menos, aunque bastante entretenido una vez que te acostumbras a ver caballos protegiendo bebés y lagartos hablando de chi y volando. 

Decidí que, si cuento con la paciencia, subiré una pequeña reseña y opinión de los trabajos en los que vaya traduciendo, así me mantendré escribiendo (: Y aprovecharé de hacerle un homenaje a este mundo de frikis que tanto adoro.
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