¿Apuestas?

viernes, 8 de marzo de 2013

Todo ocurrió demasiado lento para su gusto. Lento y rápido, pero especialmente lento. Él la encerró contra la pared con un empujón fuerte y brusco que sabía que le dejaría moretones, pero ambos sabían que a ella no le importaría. Fue casi una lucha para poder arrancarse mutuamente la piel entre besos. No era una danza, era prácticamente un ritual o una superstición guerrera.

Él era fuerte, pero tímido y su mirada delataba que todavía le temía. Ella simplemente sonrió y lo doblegó bajo su cuerpo, ganando como siempre su trono en aquella nueva forma de apostar la vida. Recorrió su cuerpo con las manos sin dejar de sonreír y de mirarlo, deteniéndose y avanzando sin un esquema o un patrón. Era una música sin partitura y él simplemente cerró los ojos y dejó que ella dirigiera la orquesta.

Al despertar, él solo pudo recordar el dolor en todo su cuerpo y la sonrisa de su rostro al devorarlo. Se vistió y se tomó una aspirina, maldiciéndose, juguetón, por haberla dejado, ¡otra vez! llevar el ritmo de su juego y aplastar su ego con cada quejido de dolor y placer. Ella, en cambio, continuó dormida, pero la sonrisa en sus labios, maliciosa y orgullosa, delataba que ya sabía lo que él también había tenido que admitir al abrir los ojos.

Ella había ganado.

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