Susurro: Mientras en Dios Inc.

jueves, 14 de marzo de 2013

―¿Crees que haya sido una buena idea? ―le preguntó el ángel a Dios―. Ya sabes… lo mismo de siempre… la homofobia… los ritos arcaicos… ¿No deberías haber elegido a alguien más… moderno? 

El Creador se cruzó de brazos y se quedó pensativo durante un momento. En realidad, la elección de su máximo representante terrenal siempre lo había divertido y, en más de una ocasión ―para Su Eterna Vergüenza― había apostado y perdido con sus fieles súbditos sobre el nombre del candidato. Por supuesto, no realmente, porque era omnisciente, pero de todos modos.

―Está de Dios, ¿no? ―dijo Él.

El ángel entornó los ojos. Cuando el Señor hacía bromas siempre alguien pagaba el pato y no le hacía ninguna gracia al mensajero alado ser quien luego tuviera que limpiar los platos rotos. El reinado de Su Amo iba de mal en peor en la Tierra y sospechaba que pronto tendrían que declararse en quiebra, engañar a sus acreedores y desaparecer a otro planeta, más o igual de primitivo con lo puesto.

―Al menos es de un continente distinto al tradicional ―comentó el súbdito, dando un par de vueltas alrededor de Su Presencia―. Por cierto, podríamos dejar esa chorrada del latín en las ceremonias, ¿no te parece? Es un idioma hermoso, pero nadie entiende un carajo sin traducción. Hay que abaratar costos, ya sabes.

―Sí, estaba pensando en eso… Pero creo que será mejor así por ahora. Mientras menos entiendan, mejor. ―Se encogió de hombros―. Ya sabes que actúo de maneras misteriosas.

―Siempre creí que tendrías que haber achicharrado al que vago que escribió eso. Es una de las principales fuentes de burla de los ateos, ya sabes. Y de la flojera mental de tus seguidores.

―¡Yo Soy Amor! Cómo hablas de achicharramientos, hombre.

―Oh, lo siento, lo siento, cierto que cambiamos la política empresarial luego del asunto de Jesús y tal. Gastamos mucho papel en esos memos para parar con los rayos fulminantes y los saqueos a los pueblos natales. ―El ángel se sentó en una nube y negó con la cabeza, mientras revisaba unos documentos―. ¿Ya te he comentado lo bárbaro e ineficaz que fue eso?

―Trescientas cuarenta y siete veces.

―Pues agrega otra.

Ambos seres se asomaron por el borde del cielo y vieron cómo el júbilo y la crítica se esparcían en el mundo por la elección del nuevo Papa. «Entre defensores de pedofilía y defensores y colaboradores de dictaduras, había que elegir el mal menor», le había comentado uno de sus colegas en el servicio de las arpas. El ángel le había dado la razón, pero seguía tramando una forma de convencer al Altísimo ―que cada vez estaba más pachoncito― de que usara sus viejos y algo oxidados poderes todopoderosos, mandara al cuerno el libre albedrío ―no tuvo muchos remordimientos con Pablo, ¿no?― y armara la torta de nuevo como debía ser.

Por otro lado… Quizás fuera mejor cerrar la cuenta y largarse a tierras más verdes, como siempre solía susurrarle en el oído. Se rumoreaba que Lucifer estaba con más trabajo que nunca y que alegaba cada vez que podía que, en sus tiempos, la vieja y buena maldad era decente y refinada y que estaba harto de torturar banqueros, políticos, fanáticos y líderes religiosos. 

―No seas blasfemo ―le reprendió Dios.

―¿Cómo…? Oh, omnisciente, se me olvidaba.

―A veces a mí también se me olvida, ¿sabes? Quizás sea la edad y deba jubilarme. Ya estoy algo viejo para estos trotes. Cuando era joven… ―Lanzó un grito de alegría―. ¿Lo recuerdas, ángel? ¡Las batallas! ¡Los sacrificios! ¡Las piedras lanzadas a los herejes! ¡El sol deteniéndose! ¡Los pueblos arrasados! Vaya, mis años mozos, qué tipo era…

―Misógino, cruel, bárbaro, irracional, inmoral… No has cambiado mucho…

―… ¡Y cómo me adoraban!  ―Había alzado los brazos y se paseaba furiosamente por el cielo, ignorándolo por completo, despertando al turno de la noche, el más perezoso de todos los escuadrones de guardia. Se lo merecían, pensó el mensajero―. ¡Es como si hubiera sido ayer! ¡Cómo temían mi sola voz! Todos se escondían y se apresuraban a arrodillarse cada vez que me asomaba en el humo o en el viento. Ahora… ―soltó un bufido―… ahora nadie se molesta. Sí, sí, que hablan de mí, pero soy un asunto secundario. 

El ángel rodó los ojos y se sentó en la posición del indio, ignorando los arrebatos del Todopoderoso. Cada vez más tenía esos arrebatos de nostalgia y orgullo; por lo general, no pasaban de unas bravatas y discursos sobre sus glorias pasadas y sobre sus medallas como Ser Supremo. Sin embargo, en ocasiones el asunto pasaba a mayores y aparecía de la nada un predicador en la Tierra hablando como monje del siglo XII contra las mujeres, la ciencia, los homosexuales o el ateísmo para arrancarle unas risas al Viejo Dios. En esas ocasiones, siempre le tocaba a él calmar a Su Señoría y hacer aparecer a un paladín opuesto para dar algo de balance. 

Nunca duraba mucho.

―Así que este Francisco… ―Dios parecía haber vuelto a sus cabales, por lo que el ángel se permitió alzar la mirada―… Vaya nombrecito, ¿eh? Bueno, ya es tarde, me retiro. Avísame si pasa algo interesante. Alguna guerra o declaración candente. Sabes que me encantan los realities. ¡Y grábame las elecciones de Venezuela cuando sean!  Amo que me adoren y me den las gracias por todos sus bienes y males, aunque no me importe un pepino lo que pase en la Tierra.

>>La última vez me las perdí por estar mirando China. ¡Y lo que esté pasando en Corea! ¡Y pobre de que se te olvide hacer un informe sobre Holanda! Me gustaría ir a Amsterdam. Quizás mande una helada para el próximo año para ir desapercibido… ―Se mesó las barbas y agregó―: ¡Oh y asegúrate de responder las plegarias! Usa el Iphone nuevo. Tiene una opción: “No” generalizada con un botoncito amarillo muy mono. Esta tecnología moderna…

Se fue dando unas risotadas enormes que casi taladraron los oídos angelicales del pobre súbdito que se apresuró a volar hacia su escritorio. Tenía un montón de cosas que hacer y todas encaminadas a impedir que la empresa entrara en bancarrota, que los prestamistas los demandaran  y debieran despedirlos a todos. Tendría que llamar a Lucifer para ver si podían planificar un par de apariciones en tostadas o en el humo de una tragedia para avivar la creencia. Después de todo, al buen Diablo tampoco le convenía que lo olvidaran.

Se estiró un poco y sintió las alas adoloridas y rígidas. Se apoyó en el respaldo de su nube y suspiró, cansado. Se dedicó a firmar un par de autorizaciones de Revelaciones A Domicilio y ordenó que el principal ángel del Departamento de Jóvenes se presentara para una reprimenda. Seguramente llegaría borracho por tercera vez. El ángel cerró los ojos un momento y sintió todo el peso de ser el Gerente Ejecutivo  de Dios Inc. en sus hombros. ¡Ni Jesús trabajaba como él! Claro, con lo de la muerte y resurrección se daba por servido: eran las ventajas de ser hijo del jefe. Durante largos y angustioso minutos sintió unas enormes ganas de llorar, renunciar y enviar todo al infierno. Literalmente. Que «Luci» se encargara.

Luego recordó que nada de eso existía y empezó a reírse, feliz de seguir trabajando y de desaparecer en la siguiente línea escrita de aquel pequeño y absurdo cuento, creado por un alma ociosa y «descarriada» de ese viejo y tonto planeta llamado originalmente “Tierra”.

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