Grito: Nuevamente

sábado, 20 de julio de 2013

Y aquí estoy nuevamente.

No puedo decir que las cosas hayan cambiado o siquiera que las cosas hayan empeorado. La verdad es que siguen exactamente igual y esa es una forma de empeorar. Estoy aquí nuevamente y aunque podría decir muchas cosas, simplemente siento que quiero lo imposible.

Sí, quiero lo imposible. Lo posible es demasiado triste, demasiado amargo, demasiado vacío, demasiado doloroso. Quiero lo imposible. Lo imposible que es soñar, que es imaginar, que es sentir el frío de la noche, el aroma a un cigarrillo, la idea de una novela, el futuro de una caricia, la protección de un ideal. Quiero lo imposible que eres tú.

Pero no quiero hablar de ti. Te he pensado tanto, te he querido tanto y te he extrañado tanto, que temo que incluso escribirte, ese ritual mágico que siempre compartimos aun en la soledad de otras eras, puede ser peligroso. Puede hacerte real y hacerte desaparecer. No, hoy es sobre mí. Porque también así es mucho más fácil. Siempre es más sencillo cuando se trata solo de mí.

El color de mis ojos no ha cambiado, pero sí el de mis pensamientos. Sin embargo, ¿qué importa? ¿Qué importa lo que piense si finalmente no logro mandar a mis pies a que den un paso? ¿O a mis oídos para que escuchen? ¿O a mis ojos a que se abran? Siempre lo he dicho. La misma palabra. La misma sensación. Cada día se hace más grande.

Cobardía. Lo peor es que se va añadiendo otra: resignación. Resignación a que el cobarde nunca será valiente hasta que esté solo. Sin embargo, teme estar solo. Le aterra estar solo y, pese a sus hurañas costumbres, quiere estar acompañado. Por eso nunca será valiente. Ya no es la vergüenza ardiente la que se escabulle bajo mi piel, sino un frío inevitable. Unos ojos caídos. Unos labios suspirantes. Una mente resignada, que seguirá caminando entre las rocas mientras anhela escalar.

―Y dime, ¿a quién odias?

Ni siquiera a mí misma. Quizás lo pensé una vez, pero esa barra gruesa y ardiente de oscuridad ni siquiera es parte de mi interior. Adentro solo hay una niebla espesa y embriagante, que amodorra y envuelve, pero que no siente. El fuego se encienda en chispas en ese ambiente, como un encendedor defectuoso ante un fumador insistente. Y son esas chispas de coraje, esos momentos de decisión, esas mentiras, esos engaños, esas capas y máscaras las que permiten que estos pies continúen. Porque no hay rendición sin esperanza.

―Y tú, ¿a quién amas?

Tampoco a mí. Pero sí a él. Un él invisible, pero real. Real en mis recuerdos, en mis cartas, en mis letras, en mis sensaciones, en mis lágrimas en medio de las lecciones y en mis sonrisas frente a un micrófono. Un él que no quiere mostrarse y que solo se envuelve más en esa misma niebla que no me deja respirar. Y que tampoco me permitirá dejar de hacerlo.

Páginas y páginas, horas y horas, sueños y sueños cargados de pensamientos, esperanzas, anhelos, roturas, vendas, heridas. Y todo, ¿para qué? Orgullo férreo, es lo único que puedo entender. Terquedad intelectual. Idealismo profundo que solo choca con la realidad para volver sus pasos en medio de la tormenta. Hace frío. Y quizás no es suficiente para entumecer mis ideas.

¿Nunca has visto tus propias manos sin sentir que no te pertenecen? ¿Nunca has oído tu voz sin sentir que no es la tuya? ¿Nunca has mirado tu reflejo sin sentir que no te reconoces? Es una curiosa sensación. Un mecanismo sencillo para desapegarte de lo que eres, para ser el observador externo dentro de tu propio cuerpo. No es suficiente. Pero, ¿qué lo es a estas alturas?

Una tormenta en una pequeña lágrima. En silencio. En soledad. Bajo una sonrisa. Bajo una palabra amable. Bajo un saludo y un buenas tardes. Un grito en medio de las páginas. Un gemido de dolor en medio de las sábanas solitarias. Un suspiro frente a trazos negros que se dibujan sin ningún tipo de ritmo.

Algún día seré libre de ellos. Algún día ya no volverán a esclavizarme nunca más. Amor. Miedo. Ya no significarán nada. Son pensamientos oscuros, peligrosos… Y me pregunto qué pasaría si murieran. Me pregunto qué pasaría si yo los matara. Nunca ocurrirá. Pero me divierte solamente pensarlo. ¿Sería libre? El dolor y la culpa estarían presentes, pero estoy segura de que lo superaría… Ser libre. ¿Valdría la pena? ¿Valdría la pena destruirlos para buscar mi propia libertad, aunque sea solamente en sueños?

Estar sola… Sin nadie que me detenga. Una sonrisa rota, ojos oscuros, imágenes terribles. Qué horrible futuro. Qué siniestra forma de pensar. Pero en mi mente soy libre. Rota, pero libre. Asesina, pero libre. Cobarde, pero libre. Prisionera, pero indudablemente libre. 

Pero sí, todo está bien. Te quiero con todo mi corazón, aunque no estés. Sí, también te quiero, amigo. Te extraño. Te ayudo. ¿Necesitas algo? Todo va perfecto. ¿Cuándo nos juntamos? ¿Terminaste el trabajo? ¿Recojo la mesa? Sí, claro, me siento bien. ¿Cuál es tu problema? Déjamelo a mí. Cuéntame lo que sucede. Yo puedo esperar. Es en serio, todo marcha bien. ¿Acaso te he mentido? ¿Quieres decirme algo? Estoy a tu disposición. ¿Para cuándo lo quieres? Yo me encargo. Puedo hacerlo. Confía en mí. 

«Estoy bien»

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014