Susurro: El dolor de la victoria

viernes, 5 de julio de 2013

Black retrocedió hasta pegar su espalda contra la pared, pero no dejó de obstruirle el paso al joven soldado. Sabía que si avanzaba más, sería su perdición, por lo que no tenía más opciones que enfrentarlo y confiar en su habilidad para mantenerlo a raya.

―Ríndete de una vez, Joel ―exclamó la voz de su enemigo, a la espalda del soldado―. Estás solo. Si te rindes ahora…

―Vete a la mierda, Terrance ―le respondió antes de que pudiera completar la frase―. Esto no ha terminado.

La risa de Terrance White no se hizo esperar. Con un gesto displicente, pero también feroz, hizo avanzar a uno de sus más formidables guerreros, que a lomos de un flamante caballo blanco, le devolvió una mirada inescrutable. Se sabía vencedor. «Tres contra uno», pensó Joel. Ya no tenía a dónde moverse. No tenía a dónde escapar.

Sujetó su espada con fuerza, dispuesto a luchar hasta derramar la última gota de su sangre, pero en el fondo sabía que era completamente en vano. El joven soldado al que había intentado obstruirle el paso le sonrió con cierta compasión.

―No es necesario cobrar otra vida. Puede rendirse sin deshonor alguno ―le dijo con suavidad. No debía tener más de dieciocho años y ya tenía el rostro manchado de la sangre de sus compañeros caídos y los ojos ensombrecidos por la muerte.

―¿No quieres cobrar otra vida? ―Joel no pudo evitar una sonrisa sarcástica―. ¿Y a qué se debe tanta honorabilidad, soldado? ¡Mira a tu alrededor y dime qué ves! ¡Dime si vale de algo tu piedad ahora!

Pudo notar cómo sus tres rivales se removían, incómodos, en sus puestos. Joel se hubiera ufanado de su victoria si no hubiera tenido el corazón apretado de pena y derrota en su pecho. Todo lo que podía verse en ese campo de batalla eran cadáveres. Sangre. Edificios destruidos. Silencio. Destrucción. Y ellos, en medio de la soledad.

―¿De qué vale ganar ahora? ―les espetó a los tres alzando un brazo para mostrar lo que todos podían ver―. ¿Quiénes celebrarán su victoria? ¿Quiénes aplaudirán su supervivencia? ¿Quiénes honrarán su heroísmo? ¿Quiénes los abrazará al volver a casa? ¿Quiénes verán esta victoria? ¡No lo entienden! ¡Nada de esto tiene sentido! ¡Nada importa ya! ¡Mátenme si quieren! ¡Ustedes también están muertos!

Sus palabras fueron rebanadas por la espada del caballero, quien atravesó su pecho con lágrimas bañando su rostro.

―Cállate ―le dijo antes de desmontar y hundir aun más la hoja en su cuerpo. Cayó de rodillas, manchado de sangre fresca, y se derrumbó sobre la tierra entre violentos sollozos―. Solo cállate…

Terrance White suspiró. El joven soldado volteó y le dedicó una mirada de congoja que no supo responder. Desvió la vista y trató de acercarse al guerrero que lloraba. Sin embargo, el soldado le tomó del brazo antes de que pudiera avanzar.

―¿Es cierto? ¿Solo estamos nosotros?

El rey no respondió. Volteó y comenzó a caminar por el campo de batalla en dirección a su castillo, donde solo le esperaba la soledad. El único consuelo que tenía era que tarde o temprano todo eso desaparecería. Desaparecería la sangre, el miedo, la guerra y la muerte. Todo volvería atrás, aunque solo él pudiera recordarlo. Miro hacia el cielo nublado de su reino y sonrió.

El rostro traicionado del pequeño soldado, las lágrimas ardientes del guerrero a caballo, las palabras del último rey enemigo… todo quedaría olvidado en pocos segundos. Solo él podría recordarlo. Las rodillas se le doblaron y cayó al suelo, inconsciente, sabiendo que había ganado el juego. Pero que no significaba absolutamente nada. 

Jaque mate ―pensó antes de que el tablero comenzara a cerrarse.

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